miércoles, 20 de junio de 2012

¡SAL DEL ARMARIO… COBARDE!





Mientras mis amigas comentaban sus hazañas y problemas de amoríos, me encontraba tumbado en el banco del parque escuchando sus incesantes palabras. Se podía escuchar el sonido de algunos pájaros, y como no, el despampanante y continuo ruido de los vehículos a motor. Enfrente del banco dos mujeres, de unos treinta años aproximadamente, estaban comentando una novedosa situación que se había producido en su barrio. Al parecer algo inédito. No pude eludir dicha conversación dado el elevado tono de voz empleado por las mujeres. El dialogo se desarrolló de la siguiente manera:

  • Maruja 1: Nena, ¿te has enterado de lo que ha pasado en el barrio?
  • Maruja 2: No, ¿Qué ha pasado?
  • Maruja 1: ¿tú sabes quién es el hijo de la Paqui?, ese que es muy callado, que jugaba con nuestras niñas de pequeño, ¿Sabes quién te digo?
  • Maruja 2: ¡A si!, ya sé quien me dices, ¿Qué pasa?
  • Maruja 1: El otro día pasó por el barrio con su chorbo.
  • Maruja 2: ¿Con su chorbo?
  • Maruja 1: Si vamos con su novio, que el niño es maricón.
  • Maruja 2: ¿En serio?, vamos que ha SALIDO DEL ARMARIO por todo lo alto, ¿no?
  • Maruja 1: Nadie se lo esperaba. A la Paqui le ha tenido que dar algo, y al marido no te digo ya… Que sofocos les habrá dado a la madre y a su familia.
  • Maruja 2: Déjalo, ¡el chaval tiene que hacer su vida!, hace bien el muchacho mujer.
  • Maruja 1: No sé qué decirte…


¿Cuántas veces hemos oído la moderna expresión “salir del armario”?. Tal expresión, de uso recientemente moderno, y que tiene su origen en la frase americana “coming out of the closet”, se ha extendido por el lenguaje coloquial de nuestra sociedad. Cada vez que una persona homosexual o bisexual hace pública su orientación sexual empleamos tal conjunto de palabras. Al parecer el homosexual, con tal expresión, se despoja de la prisión de madera, que le impedía disfrutar de su condición sexual, para obrar con libertad en su vida personal. Se ocultaba la homosexualidad como algo avergonzante que debía ser escondido frente a la sociedad y las familias. ¿Pero todos los homosexuales permanecen dentro del armario por vergüenza?, ¿Existen otros motivos?, ¿Todos permanecen en el armario de la misma manera?, ¿existe una vinculación con el armario del mismo grado?

Somos muchos los que hemos vivido dentro de un armario durante bastante tiempo, compartiendo nuestro espacio con meras polillas. Algunos lo seguimos haciendo en ocasiones, otros no han tenido la necesidad de utilizar ese pequeño espacio de madera, y unos pocos han visto pasar su vida encerrados entre las distintas baldas de madera. Podemos distinguir, por lo tanto, distintas situaciones o “grados de vinculación con el armario”:
  • Grado 1: Aquellos que niegan su condición, la ocultan externamente. No se aceptan internamente.
  • Grado 2: Aquellos que practican y disfrutan de su condición sexual, manteniendo una vida heterosexual paralela. Aceptan su condición, pero la niegan externamente.
  • Grado 3: Aquellos que desarrollan su vida homosexual de forma discreta, conociendo su situación un pequeño entorno familiar y de amistad. Aceptan su condición interna y externamente, pero ésta última, de una forma no plena.
  •  Grado 4: Aquellos que desarrollan su vida homosexual de forma plena, no negando su situación ante la familia, amistades y entorno social y laboral.
Como podemos observar, del grado 1, que implica una vinculación total con el armario, se puede pasar al grado 4, que implica una desvinculación total del susodicho mueble. No obstante, de un primer a cuarto grado no se pasa tan ligeramente como algunos piensan... La vivencia de dicha situación nos permite a muchos entender la situación desde una mejor perspectiva, pero algunos carecen de comprensión.... Muchos homosexuales y heterosexuales han criticado de forma incesante a aquellos otros que permanecían y permanecen dentro de la caja de madera, se han utilizado y se utilizan palabras como “armarizado” o “cobarde”, por ejemplo. ¿Por qué tenemos la necesidad de hacer sufrir a esas personas?, ¿Por qué no somos capaces de entender la situación de cada uno? Nosotros mismos, habiendo vivido y sufrido esa situación, fomentamos la decadencia de otros homosexuales que permanecen y quieren permanecer dentro del armario por circunstancias personales. No están preparados para ello.


En ocasiones no es la vergüenza lo que impide salir del armario. Una persona puede estar satisfecha con su homosexualidad o bisexualidad y no hacer pública su condición sexual por diversas razones: por su familia, por razones laborales o profesionales, para evitar los cuchicheos incesantes de la sociedad, etc. Son razones entendibles y respetables. No es lo mismo estar “armarizado” como dicen algunos, que ser discretos con nuestras vidas para evitar situaciones incomodas, que pueden afectarnos no solo a nosotros, sino a nuestras familias. No se puede empujar ni obligar a una persona homosexual a salir de su prisión, cada persona necesita un tiempo de asimilación, de aceptación, completamente distinto. Cada individuo ostenta y tiene un desarrollo personal distinto y diferente a los demás. Si conocemos a personas que se encuentren en dicha situación, fomentemos el apoyo y la ayuda, no su apartamiento y el desprecio. Cada pájaro debe abandonar la jaula cuando se sienta realmente preparado. No importa si se sale antes o mas tarde del armario, lo importante es salir estando preparados para ello, es decir, SALIR DEL ARMARIO CON PLENA LIBERTAD.

Sea cual sea la situación vivida y que vive cada uno, hay una cosa bastante cierta: “Cada persona homosexual vive alrededor de ciertas circunstancias externas y cada persona homosexual afronta las cosas de distinta manera. Cada opción, cada situación es respetable. Nadie puede ser obligado, menospreciado o tratado con desprecio por permanecer dentro del armario, en todo caso, apoyado o ayudado para afrontar esa situación, si lo desea, claro está.”










martes, 17 de enero de 2012

ESPERANDO TU LLEGADA, MI AÑORADA IGUALDAD.




Querida y añorada “Igualdad”:

He pensado en múltiples ocasiones en escribirte una carta, y ciertamente no sabía por donde empezar la misma. Me lamenta haberme demorado en su confección, tal vez sea demasiado tarde. Te preguntaras, ¿Por qué te escribo?, te escribo esta carta porque te he buscado, pero no te he encontrado, llevo añorándote toda mi vida. La gente y mis allegados hablan de ti, pero no te hallo en ningún lugar. Las leyes y los políticos hablan de ti y de tu grandeza, te configuran como algo bello y maravilloso, eres idolatrada y magnificada, dicen que luchas contra la discriminación y el rechazo, pero aun así no te veo aparecer. He visto gran variedad de noticias, comentando y narrando tus logros y a veces me he preguntando porque nos has abandonado... Me gustaría que tu grandeza y tu lucha no sean simplemente eso, nada más que rumores y fabulas inventadas. Posiblemente estés muy ocupada y que tengas bastante trabajo, no lo dudo, o bien la crisis económica te haya afectado, como a los demás trabajadores, y no puedas realizar tu labor o la misma se haya visto reducida o mermada. Espero que no sean esas las circunstancias que justifiquen tu abandono. No obstante, centrándome en el asunto, nunca he conseguido ponerme en contacto contigo, y espero que a través de este escrito pueda tener respuesta, porque tienes que realizar múltiples visitas.

Sé que soy un simple ciudadano, pero antes de mostrarte mis peticiones me gustaría que supieras algo de mí porque lo estimo necesario para que me comprendas y entiendas la finalidad del escrito. Te narraré, pues, aquellas situaciones que me han motivado a buscarte y añorarte:
  •  A los cuatro años, jugaba a las muñecas con mis primas, llegaron mis tías y me expresaron: “los niños no pueden jugar con las muñecas, vete con tus primos”. SUFRÍ
  • A los seis años, los niños del colegio me insultaron llamándome “maricón” por el simple hecho de jugar con las niñas. Recibía golpes y ostias hasta mi reciente carnet de identidad. SUFRÍ
  • Con nueve años, sentí miradas y comentarios inquisitivos por bailar en un escenario: “mírale, seguro que es un mariposón”. SUFRÍ.
  • A los once años, tuve que observar como compañeros de mi clase colgaron por el colegio una foto mía con cuerpo de mujer. SUFRÍ
  • A los catorce años, una amiga me dijo: “si yo veo a dos tíos besándose en un parque vomito”. SUFRÍ.
  • Con quince años me percaté de mi condición, la rechacé y la oculté. Yo mismo me dije: “No soy normal, soy distinto a los demás”. SUFRÍ.
  • Con dieciséis años, escuche en el telediario que un chaval joven había sido violado por ser homosexual. SUFRÍ.
  • Con diecisiete años, escuche a una amiga decir: “esos son normales, los otros son gays”. SUFRÍ.
  • Con dieciocho años, saqué fuerzas y les dije a mis padres que era homosexual. Mis padres lloraron, parecía algo peor que tener una enfermedad. Mi padre me dijo: “Esto se arregla llevándote de putas” y mi madre “esto es un castigo del señor, por haberme portado mal”. Ambos me prohibieron contárselo a los demás por vergüenza. SUFRÍ.
  • Con diecinueve años, sentí la indiferencia de mis familiares, de mis hermanos por ser homosexual. SUFRÍ.
  • Con veinte años, escuche a una madre diciendo: “prefiero tener una hija puta que tener un hijo maricón”. SUFRÍ.
  •  Con veintiún años, unos amigos me comentaron que se vieron envueltos en una pelea, tras la mofa, burla y la inquisición de una pandilla de ignorantes. SUFRÍ.
  • Con veintidós años, observaba como las personas homosexuales eran penadas y castigadas con pena de muerte en ciertos países islámicos. SUFRÍ.
  •  Con veintitrés años, a un amigo mio le prohibieron donar sangre por ser homosexual. SUFRÍ.
  • Con veinticuatro años, mis amigos heterosexuales salieron de fiesta para ligar y no me llamaron por ser homosexual. SUFRÍ.
  • Con veintiséis años, mi padre me prohibió que llevara a mi novio a casa, mientras que a mi hermana si le permitió llevar al novio. SUFRÍ
  • Con veintiocho años me despidieron del trabajo, la homofobia era una característica de mi jefe. SUFRÍ.

Y todavía SUFRO y siento DOLOR. Nací de un vientre materno, solo, como los demás. Con mis dos pequeños ojos comencé a ver el mundo, aquel mundo que me ofreció y brindó posteriormente gratos y nefastos momentos. Con mis dos piernas emprendí mi rumbo en la sociedad, aquella humanidad en la que todos nos hemos visto obligados a sobrevivir y adaptarnos, a vivir y a luchar. A través de mis manos cimenté mi vida, mi futuro. Con el fluir de mis palabras intercambie ideas, sentimientos y pensamientos. Hice llorar, hice reír, lloré y sonreí, como tú… como los demás… Y a pesar de ello, ¿Por qué nos siguen mirando de forma diferente?, ¿Por qué soy distinto a una persona heterosexual?, ¿Por qué debo soportar tales situaciones, tales discriminaciones?, ¿por qué debo sufrir ese rechazo? Me observo, y puedo apreciar que mi cuerpo se encuentra conformado y compuesto por unos ojos, una boca, mis manos, las piernas, y sobre todo, un corazón, un corazón herido y dolido, roto y hundido, por el rechazo, por la discriminación, del presente y del pasado, de la sociedad y de la gente, de familias y amigos; un corazón marchito y atormentado por aquellos que no me ven como aquello que soy, un SER HUMANO, una PERSONA, como tú y como los demás, y no como un ser que debe ser apartado, rechazado y desplazado por mi orientación sexual. No soy la personificación del pecado ni ninguna enfermedad.

Me corroe la ignorancia, la impotencia y las miradas sorpresivas. Me fustiga el dolor sufrido por los de mi condición, el sufrimiento de sus allegados y la falta de empatía y comprensión. Me arrodillo ante aquellos que han efectuado tu labor, sacrificando su vida y su identidad por ti, alabando su labor como un pobre seguidor que soy. Y sobre todo, me comprometo  y espero alzar mi voz algún día con libertad y sin temor.

¡Donde estas mi querida igualdad!, ¿Acaso no me abandonaste desde que nací?, ¿Por qué eres tan grandiosa?, ¿Por qué te idolatran?, ¿Por qué has permitido que la gente sufra y muera por tu lucha? No niego que no hayas luchado por nosotros, no niego que hayas obtenido logros, y tampoco niego que hayas evitado ciertas discriminaciones, pero estoy harto de metas conseguidas en papel, estoy cansado de que te plasmen en simples documentos, quiero verte cercana a la sociedad, quiero que la gente sepa quien eres de verdad, deseo que todos conozcan aquello que propugnas y los motivos de tu mensaje, quiero que te comprendan, y sobre todo, quiero que arropes a las personas de mi condición desde que nacen.

Es cierto que legalmente tenemos derecho a no ser discriminados por nuestra condición sexual, pero no me importan las leyes, su contenido, sino su plasmación social. Lo que verdaderamente importa es que salgas a la calle, que estés entre la gente, en la familia, entre los amigos, en sus casas, en su mentalidad. SI CONSIGUES ACERCARTE A ELLOS, CONSEGUIRÁS EL FIN DE LA DISCRIMINACIÓN, ALCANZANDO TU MAYOR LOGRO: ABANDONAR EL MUNDO DEL PAPEL Y DESCENDER AL MUNDO REAL, A LA SOCIEDAD, Y SER UNA REALIDAD Y VERDAD INHERENTE EN LA HUMANIDAD. DE ESTA MANERA,  DEJARAS DE SER LO QUE ERES EN LA ACTUALIDAD, UN SIMPLE JUGUETE ROTO. Somos homosexuales, somos de otra condición sexual, pero sobre todo, somos personas, seres humanos, con derecho a no ser discriminados ni rechazados.

Comprendo que te pido una tarea bastante complicada, así como que te encuentres bastante ocupada, pero consideraba oportuno recordarte estas situaciones, esta realidad, vivida y sufrida por múltiples personas.

ESPERO TU VISITA EN LOS HOGARES Y EN LAS MENTALIDADES DE LOS INDIVIDUOS,

UN FUERTE ABRAZO, JACK COLOR, y gracias a todos aquellos homosexuales y bisexuales que me han comentado y comunicado discriminaciones de diverso tipo para expresarlas en esta entrada.