lunes, 29 de agosto de 2011

¿Entrando a un coto de caza?

Era una noche fría, las gotas de lluvia se estampaban contra las aceras, resbalándose posteriormente y acariciándolas suavemente, mientras nuestros vertiginosos pasos alarmaban su melodiosa sintonía al pasar. Mirábamos el reloj, y las agujas marcaban las tres menos cuarto de la madrugada, una hora prudente para entrar en una discoteca de ambiente, aquel lugar donde las personas heterosexuales y homosexuales, estas últimas en un mayor número, como es lógico, se reunían con la finalidad de echar unas risas con las amistades, de olvidar sus penas con la bebida, de bailar hasta que el sol llamara a la puerta, de coquetear, de ligar, de probar los sinuosos labios o apetecibles cuerpos de algún o algunos de los individuos que acudían a aquel entorno, o bien, de acabar con alguien, al final de la noche, con el objeto de disfrutar de un lujurioso momento de sexo.
Tras haber caminado por las calles granadinas, y después de haber intentado evitar que las gotas de lluvia penetraran por nuestras vestiduras, protegiéndonos con nuestros paraguas, o con meras chaquetas o sudaderas, habíamos llegado al lugar esperado. Las puertas estaban completamente abiertas, de par en par, prometiéndonos diversión, esperando nuestra entrada, incitándonos a entrar, simplemente nos invitaban a pasar. Debajo de su arco, al parecer de metal, se hallaban dos hombres, los “guardianes de la tranquilidad”, los denominados porteros, cuya cara no podía ser calificada, de ningún modo, como amigable, al menos en ese momento. También podíamos contemplar desde la calle, cuyo silencio se rompía por el continuo llover,  la existencia de una fila de personas, de distinta edad, jóvenes y “maduritos”, de las cuales unas reían y otras observaban a su alrededor, cubiertas de paraguas, de distintos colores, que se introducían pormenorizadamente por la entrada de aquel lugar.
Mientras esperábamos detrás del tren caminante de personas, podíamos examinar a aquellos que estaban entrando al entorno de los colores. Algunas personas de la susodicha fila, llevaban vestiduras comunes, propias de la moda, algunos informales, otros iban lo más arreglados posibles para la gran noche, y algunos, ataviados de colorines desde los pies a la cabeza, sin pasar, como no, desapercibidos, algo que a la mayoría de ellos les encantaba. De dicho examen se denotaban con claridad las personas que por primera vez acudían a este tipo de lugar,  cuya miraba delataba su carácter de noveles, incluso la simple soledad, al no acudir acompañados, y porque no decirlo, esos miedos, que en ocasiones se pueden ver desde el exterior, que nos permitían ver sus pensamientos (“que hago aquí, espero que nadie me conozca”), pensamientos que en ocasiones nunca desaparecen, persisten en el tiempo. Un pensamiento lógico y respetable, puesto que la mayoría hemos vivido esa primera vez. Otros en cambio, parecían peces dentro de un pequeño charco donde siempre habían nadado, estaban tranquilos, se reían, conocían a más personas del entorno, y simplemente disfrutaban, por el mero hecho de estar en un lugar que para ellos resultaba ser lo más confortable posible, como si se tratara de su hogar.
De repente, y de forma continuada, las personas que habían delante de nosotros comenzaban a desvanecerse por unas escaleras, hacia abajo, al submundo, ¿Qué les iba a esperar aquella noche?, ¿Y a nosotros?, siempre sabes que entras, pero nunca sabes cómo será el transcurro en ese entorno de oscuridad, iluminado por fugaces luces de colores. Dicen que nos da miedo la oscuridad, pero en este submundo, parece ser que la gente prefiere la ausencia de luminosidad en relación a  la tenue oscuridad, ¿Por qué será?, ¿necesitamos desenvolvernos en las sombras por algún motivo?.
Tras haber descendido por las escaleras, entramos expectantes a la sala de la discoteca. Distintas personas se hallaban en aquel lugar, algunos en la barra tomando un par de copas, acariciando su fina capa de cristal, otros bailando descontroladamente, o moviéndose lo mejor que podían, en la pista de baile, mientras sonaba una famosa canción de Alaska; unos pocos compartían en un rincón sus labios y su cuerpo con sus parejas o un simple rollo de los muchos que tenía cada fin de semana. Y luego estaban ellos, “los cazadores”, aquellos individuos que esperaban a su presa observando en la entrada de la discoteca, con una mirada felina, intentando ver hacia que presa se abalanzarían, ¿cuál de ellas cumpliría sus expectativas?. Cuando nos miran algunos de ellos nos sentimos como si fuéramos un trozo de comida, una simple y enorme pieza de carne, ¡qué asco!, ¡soy algo más que eso!, pensamos indignados. A otros les encanta ser mirados de esa forma, atraer, obsesionar la mentalidad de otros, puede que sentirse como un trozo de carne, cubierto de una rica salsa, no sea tan inadecuado de vez en cuando, ¿no?.



Algunos de los cazadores eran discretos, se sabían camuflar perfectamente, sin llamar la atención, como un león en la sabana, acechando a su presa, sin que su víctima pudiera percatarse del peligro, así como de la posibilidad de que alguien le hincara sus dientes, sedientos, como no, de sensualidad, ¿o mejor dicho de sexualidad?. A otros no les importaban camuflarse, te mostraban su intención de cazarte directamente, fijando su mirada penetrante en tus ojos, en tu cuerpo, esperando tus movimientos como presa, necesitando que delatases la intención de dejarte atrapar por sus garras, por tus gestos, por tus ojos, para aproximarse cada vez más hacia ti, o se aproximaban tan rápidamente que daban miedo, ¡apartate!.
A veces los cazadores no se fijan en ti, percatándote de que la caza no te incumbe, siendo ajeno a la misma, aunque en ocasiones desearías ser cazado. En otros momentos, siendo presa intuyes las ganas que tienen de atraparte, el cazador que va detrás de ti, pero intentas esquivar la mirada, porque caer en sus brazos sería un horror, y un gran error para recordar el resto de tu vida, ¡me lio con eso y me muero!, ¡que pare de mirarme!. Lo triste, es que algunos, teniendo esos pensamientos, se dejan atrapar, ¡ten un poquito de dignidad si no te gusta!. Pero a veces eres presa y deseas ser cazado, y por supuesto, deseas al cazador. La mirada del cazador te inactiva, tus ojos le responden, el cazador se siente satisfecho, te gusta, te sientes atraído, y no sabes que hacer, ¿te acercas o esperas a que se acerque?. Da igual, al final os dejáis llevar, intercambias una par de palabras, y ¡zas!, la presa y el cazador se entrelazan, se comienzan a besar efusivamente, la temperatura aumenta, las agujas del reloj se paran, te encantan sus besos, y ¡no puedes parar!. Durante esos momentos no piensas, te dejas llevar por tus manos, sus manos, sus labios, tus labios.. Otras veces, cuando te besas, su olor bucal, da lugar a la necesidad de decir “voy al servicio, ahora vuelvo”, y no volver aparecer mas…
Luego, sin esperarlo ni desearlo, el momento de efusividad se rompe, se acabó la noche, la oscuridad se desvanece, las luces cobran protagonismo en la discoteca, las personas abandonan el lugar estrepitosamente, ¿acaso la luz les asusta?. Algunas almas perdidas vagan sin rumbo, sin saber dónde están, ni a donde van. Tus amigos te esperan fuera, tú sigues junto a tu presa o junto a tu cazador, sin saber que decir, comenzando a brotar fluidamente distintos pensamientos en tu cabeza: ¿le pido el móvil?, ¿me dará un móvil falso?, ¿querrá quedar algún día conmigo?, ¿le he gustado?, ¿le invito a “dormir” a mi casa?, ¿le pido desayunar juntos?, ¿solo busca un rollo de noche o algo más?, ¿me despido con un beso en los labios?, ¿me busco a otro para este noche?, ¿Cómo le digo que se vaya ya?, etc.
Tras esas preguntas, esos pensamientos, se suceden diversas situaciones, a veces conseguimos apuntar el verdadero teléfono y volvemos a quedar, ¡y pensábamos que no era posible!, o bien el cazador evita cogernos el teléfono…., como casi siempre. Otras veces, sin saber cómo, acabas en su casa o en tu casa, viviendo una normal, excelente, o porque no decirlo, pésima noche de sexo, quedando en la incógnita si se repetirá el encuentro. Algunos, en cambio, dan por finalizada la situación de caza, se despiden y escogen caminos separados, pensando mientras caminan quien será la presa de la siguiente noche o puntuando del uno al diez al tío con sus amigos, pero no olvidéis que el cazador también se convierte en presa. Algunos solo han probado estas experiencias pocas veces, otros las reviven cada fin de semana, otros nunca las han vivido, y algunos diréis que mejor no vivirlas, mientras a otros os indigna que en este mundo puedan existir personas que no las hayan vivido, ¡son inolvidables!.
Yo observaba tales situaciones de pie, sobre la acera mojada, mientras los rayos del amanecer reflejaban, sobre las múltiples calles y avenidas, las siluetas de los antiguos edificios de Granada. Durante el abandono de las calles por las personas, atraídas por la serenidad de sus camas, pensaba y consideraba que tales circunstancias las hemos vivido cierto número de personas en menor o mayor parte, pero también existen situaciones muy escasas en las que otros hemos tenido la suerte de haber abandonado el entorno de los colores con alguien especial. A pesar de la realidad existente en el mundo homosexual, que no voy a calificar de procedente, buena o inadecuada, ni de anormal, porque el mundo heterosexual es igual, digan lo que digan, espero que aquellas personas a las que la gente denomina “ilusos”, puedan disfrutar alguna vez de la oportunidad de salir del entorno de los colores cogido de la mano con alguna persona, con esa maravillosa sensación de haber encontrado alguien para ti, alguien especial, y que posteriormente el devenir del tiempo les brinde la posibilidad de comenzar una relación sentimental.
Por último, un simple consejo: si comienzas alguna vez una relación de novios, disfruta el comienzo, déjate llevar, vívelo, acaricia cada momento, conoce a la otra persona, cuídala, respétala, y sobre todo, impregna, cada cierto tiempo, la relación de los ingredientes que personalmente consideres convenientes para que ese estado de enajenación mental transitoria, que todos llaman “enamoramiento”, pueda perdurar eternamente en el tiempo.
¡Un abrazo y suerte a mis queridos ilusos!, ¡no perdáis la esperanza!, porque a veces, aunque no lo creáis, se cumple….

2 comentarios:

  1. Curiosa visión de la entrada a un pub de ambiente...
    Creo, que todo el mundo, homosexuales, heterosexuales, bisexuales,... les gusta en mayor o menor medida sentirse deseado, ya que suele subir la autoestima.

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  2. Un consejo: señor administrador del blog, debería cambiar el tipo de letra de los comentarios, así como el de la columna derecha, es dificilmente legible.

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