El COMIENZO, esa maravillosa palabra que las personas asimilamos a algo bello, prodigioso y magnifico al principio de toda relación sentimental. Cuando decimos “el comienzo” tantos hombres como mujeres solemos decir “puffff, el comienzo es una maravilla, luego…, las cosas cambian”, poniendo caras de desilusión o simplemente de convencidos, como si se tratase de una realidad o verdad completamente inalterable por el ser humano. ¿Y porque cambia ese comienzo?, ¿que hace que ese estado de plenitud emocional y pasional baje o descienda tan rápido, como si se tratara de una simple pelota lanzada por unas escaleras, escalón por escalón, hasta tocar suelo, hasta llegar al fondo?.
Algunos decimos que el enamoramiento se desvanece sin más, otros que conocieron de la otra persona facetas negativas que nunca llegaron a descubrir al comienzo, y, como no, ¡no pudieron soportar!, otras personas que la temible rutina puede con su relación sentimental, otros por una infidelidad, de mayor o menor grado, que no pudieron llegar a olvidar, y algunos, por las mentiras, una de las grandes enemigas de una relación, y otros, por la familia de la pareja, ¡inaguantables!. A partir de ese momento, la relación se rompe, o simplemente se deteriora, y nuestra pareja nos pide otra oportunidad, comenzar de cero, ¡Que fácil parece!, ¿No?. Pero yo me pregunto, ¿Tan difícil resulta darle cuerda al reloj de la relación para que sus manitas vuelvan a andar como al comienzo?, ¿Tan grande es la desilusión, la decepción o la desesperanza que no podemos permitirnos comenzar de cero?.
Al hacernos esas preguntas nos encontramos con una balanza, ese aparato, con esa mecánica tan objetiva, que pensamos que nos va a dar la mejor respuesta a nuestro problema: ¿Avanzar o no avanzar?, ¿Damos una oportunidad a lo vivido?. Empezamos rápidamente a pensar, a recordar, a imaginar, a creer, nuestro cerebro empieza a echar chispas, y finalmente elaboramos la lista, esa lista temida por la persona que desea que regreses a sus brazos. ¿Habrá un mayor número de cosas positivas, o el número de cosas o aspectos negativos derrotarán por mayoría el lado positivo de nuestra relación sentimental?. Entonces, cogemos las cosas positivas y las colocamos en un lado de la balanza, y posteriormente, de forma muy cuidadosa, ponemos, sobre el otro lado de la balanza, las cosas negativas, sin mirar, pensando: ¿Qué lado de la balanza se inclinara hacia abajo?
Cuando nos giramos para ver esa balanza imaginaria, en ocasiones observamos que el platillo de las cosas negativas pesa demasiado, miramos fijamente, y nos resignamos, ¿Para qué volver, si aparentemente está demasiado claro?. Pero ¿porque nunca nos paramos a pensar que hemos llenado la balanza únicamente de aspectos del pasado, y de que a lo mejor, algo positivo tiene para nosotros un mayor valor que todas las cosas negativas del pasado?. ¿Por qué nos centramos siempre en el pasado, cuando es un tiempo verbal más, como el futuro o el presente?, ¿deberíamos sopesar un posible futuro, sin malentendidos, simplemente puro, o eso no es posible?
Enfocar o llenar la balanza de aspectos del futuro posiblemente sea algo difícil, máxime porque del presente, de ese simple tiempo verbal, podemos coger datos y experiencias lo más objetivos posibles de nuestra relación de pareja, sin basarnos en meras expectativas o promesas propias, o manifestadas por la otra persona. La exclusión del futuro, ¿obedece únicamente a que no nos ofrece datos objetivos, o más bien, a los sentimientos de decepción, desilusión o desesperanza, que padecemos y que no hemos podido curar en tan poco tiempo?. Este método puede adolecer, pues, de varias deficiencias: centrarnos en el pasado, y otorgar un mayor peso o valor a las cosas negativas.
Puede ser, entonces, que lo más aconsejable sea no utilizar la balanza y dejarla guardada en un armario o cajón, y tras haber curado nuestras heridas, el daño sufrido, volvamos a cogerla, y en ese momento, una vez saneado nuestro frágil corazón, debamos sacar la lista, con aquellos aspectos del pasado, presente y futuro que veamos imprescindibles para responder a la pregunta: ¿Volver o no volver?. Este último método posiblemente sea el más adecuado, pero en las instrucciones aparece una palabra en mayúsculas: ADVERTENCIA.
¿A qué se refiere esa palabra?, ¿Qué nos quiere indicar?. Cuando respondemos a la pregunta, sobre si queremos volver o no, lo más favorable es sanar todas las heridas, y así, haber curado la decepción, la desilusión o la desesperanza, y, de este modo, conseguir que el resultado de la balanza sea lo más puro y exacto posible. Entonces, ¿a qué se refiere esa advertencia cuando este método nos permite obtener el mejor resultado posible?. Esa palabra nos advierte de varios riesgos que debemos afrontar y sopesar si utilizamos el método explicado: el riesgo de olvidarnos de la otra persona y el riesgo de que la otra persona se olvide de nosotros, mientras la balanza permanece guardada en el cajón de nuestra imaginación.
Cada individuo ostenta un tiempo personal para sanear las heridas, pero si el tiempo necesario para reflexionar y curar es bastante amplio, genera ese tipo de riesgos. ¿Seremos capaces de afrontar ese tipo de peligros?, o ¿Será el miedo el que nos precipite a usar la balanza rápidamente?.
Ese es el problema de confeccionar listas, o colocar en cada lado de la balanza sentimientos y actitudes, que puede que la SUBJETIVIDAD sea quien gane, y a la hora de escoger, uno se acuerde más de coger las negativas o en contra de volver que las positivas o a favor de la reconciliación.
ResponderEliminarEl peligro, la advertencia, es eso que comenta "Jackcolor", que alguno de los dos se olvide del otro mientras el mayor afectado se recupera de sus heridas, o se arma de valor para que su dolor sea lo menos subjetivo posible. Bajo mi punto de vista, cada parte puede iniciar nuevos proyectos en ese tiempo, pero si al final alguna parte se ha olvidado de la otra, creo que sería síntoma evidente de que la relación no tenía futuro, y tal vez coger cada uno su camino sea la opción correcta.