lunes, 8 de agosto de 2011

¡Mama!, ¡mama!, ¡me han salido cuernos!.


Y llego ese momento, una tarde, ya sea fría o calurosa, en cualquier estación del año, donde un pequeño grupo de buenos amigos se reúnen para tomar un café, un té, o porque no, varias copas con la intención de olvidar días pasados o de propiciar momentos divertidos. Algunos de los amigos traen cara de cansados, otros muestran la templanza normal de cada día, algunos llegan eufóricos por reencontrarse de nuevo con los amigos, y uno de ellos…, uno del grupo, aparece completamente acongojado, al parecer atónito o sorprendido por una noticia inesperada. Y de repente, se hace la pregunta ansiada y esperada para poder contestar: ¿Estas bien?, ¿Te ha pasado algo?.
Si ¡Como no te va a pasar algo! ¡Te han puesto los cuernos!. Tras producirse esa pregunta las respuestas se suceden de diversa forma y con distinta actitud por el afectado, y ello porque esa respuesta depende de las circunstancias en las que se haya desarrollado, como no, el suceder del repentino acontecimiento. Algunos empiezan a llorar desconsoladamente, de tal manera, que ni siquiera pueden abrir la boca para expresarse adecuadamente, viendo como las lágrimas caen gota por gota, mientras los amigos decimos “no pasa nada, tranquilízate, cálmate”. Otros, muestran cara de “ya lo suponía” o simplemente de “ya me lo esperaba”, porque como sabía todo el grupo, el novio o la novia no era de fiar…. Por lo menos la sorpresa no fue tan grande, se le vieron las orejas al lobo con anterioridad. Y por último, están aquellos que tienen cara de haber visto un fantasma, ¡como se lo van a creer!, los pobres no han tenido tiempo suficiente para asimilar la noticia, y normal, cuando ellos mismos decían ¡era imposible, me quería con locura!.
La conclusión es simple, sí, sea como sea, nos han puesto los cuernos. Intentamos ver que los cuernos son pequeños, mirándonos al espejo y limándolos para que no crezcan más, aunque algunos son tan grandes, que por mucho que los escondamos, no van a llegar a desaparecer por mucho tiempo. Algunos cuernos son tan pequeños que sopesamos la opción de perdonar, pero a pesar de esa corta longitud, ¿seriamos capaces de continuar como si no hubiera pasado nada?, ¿O esos pequeños cuernos van a ser un obstáculo siempre en nuestra relación?. Luego nos sentimos estúpidos, mentecatos por haber creído en la palabra de una persona que nos había jurado fidelidad, o simplemente, nos había transmitido su intención de sernos fiel. ¡Qué valor más bonito!, lo que sucede es que algunos conocen la teoría, pero luego los conocimientos teóricos no los ponen en práctica. Posiblemente, se les olvido a los infieles haber realizado el cuaderno de ejercicios prácticos “Como ser fiel a tu pareja”, que seguramente lo estarían usando de cuña debajo de su destartalada mesita de noche, es decir, de su fácil corazón.
¿Por qué a mí?, ¿Qué ha pasado para que me pueda ocurrir esto?. Generalmente nos hacemos estas preguntas, y con frecuencia formulamos diversas respuestas: ya no le gusto físicamente, la rutina ha provocado esta situación, ya no siente nada por mí, la distancia ha podido con nosotros, ya no me soporta, solo se deja llevar por el sexo, quiere buscar nuevas experiencias, ha encontrado a otra persona,  etc. ¿esa tortura es necesaria?, ¿O es más favorable no buscar o indagar en la causa del conflicto?. Algunos necesitamos una respuesta, y así hallar la tranquilidad. El descubrimiento de la verdad nos lleva a un estado de calma, aunque a veces la respuesta puede provocar un mayor estado de dolor. Intentar destapar mentiras supone jugar con una bomba de relojería, ¿Podremos jugar sin morir en el intento?. Para otros esa búsqueda es bastante dolorosa, y optan por no indagar, evitando un constante sufrimiento. Posiblemente el refrán “ojos que no ven, corazón que no siente” sea bastante certero y la opción más aconsejable. ¿Qué hago?, ¿indago o no indago?, simplemente haz lo que tu necesites, y no lo que los demás te aconsejen. Escucha tus necesidades.
Algunos de los infieles suelen decir ¡yo no quería, ha sido un simple desliz!; otros se escudan en el alcohol, como si fuera una eximente o atenuante de la culpabilidad o infidelidad, ¡había bebido mucho, perdóname!; otros son capaces de guardarte la mentira eternamente; y otros, muy pocos por cierto, te reconocen que querían, eran conscientes y encima que la OTRA persona les gusta. Sea como sea, se han equivocado y a través de sus actos nos han hecho daño. ¿Tan difícil les resulta ser sinceros y respetar a su pareja?, ¿Tan complicado resulta entender la palabra fidelidad?, ¿tan fácil resulta romper una relación sentimental por un simple desliz?, y ¿tan fácil es olvidarse de tu pareja por un momento?.
Bueno, la ornamenta la llevamos encima, pero no es necesario preocuparse, el sufrimiento derivado de los cuernos desaparece cuando nosotros lo deseemos. Al principio el olvido del acontecimiento es muy complicado, pero el tiempo permite que los cuernos vayan desapareciendo, permitiendo que los recordemos como una simple o mera anécdota. Si no os han respetado, ¡allá ellos!, ¡ellos se lo pierden!, no suframos por una persona que no nos ha respetado lo más mínimo, ¡no merece la pena!. Exacto, debemos seguir hacia adelante, ¡por nosotros mismos! y coger una nota para escribir “NO PERDERÉ NUNCA MI ILUSIÓN POR EL AMOR. SERÉ CAPAZ DE AMAR Y CONFIAR”. Ponla en un possit en el frigorífico, ¡Para que no se te olvide!. Siempre se aprende de las malas experiencias.



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